Cualquiera que haya estado vivo entre 1980 y la época actual sabe perfectamente lo que es un Swatch. Esos coloridos y accesibles relojes de cuarzo dentro de cajas de plástico, acero o aluminio hicieron más por la industria relojera de lo que parecería a simple vista. Aunque es común que se crea que el nombre es una contracción de 'Swiss Watch', en realidad viene de 'Second Watch'.
En 1979, la industria relojera suiza dio un golpe de efecto contra los relojes asiáticos con la presentación del Concord Delirium, el reloj más plano del mundo (en ese entonces, la maestría relojera se medía por qué tan plano se podía hacer un reloj).
Esto se consiguió reduciendo el numero de componentes, e incluso se usó la caja del reloj como la base para el mecanismo. Esto fundó las bases para lo que sería el Swatch.
La llegada de Swatch al mundo se debió a la iniciativa de ingenieros de la firma ETA que a principios de la década de 1980 buscaba reducir la cantidad de componentes necesarios en un reloj, de modo que su producción se simplificara al máximo sin dejar de ser verdaderos relojes suizos.
La intención era recapturar la atención del público hacia los productos hechos en Suiza, ya que debido a la oleada de relojes precisos y accesibles provenientes de Asia, ésta se había perdido; la relojería mecánica tradicional estaba en terapia intensiva.
Aquí apareció Nicolas Hayek, un analista financiero y empresario suizo de origen libanés, el cual fue llamado por un consorcio de bancos para supervisar la liquidación de SSIH y ASUAG, dos entidades que agrupaban a marcas importantes de relojes casi en quiebra debido a la oleada de relojes precisos y accesibles en su mayoría de parte de las marcas japonesas Seiko y Citizen.
Incluso la marca Omega estuvo a nada de ser absorbida por Seiko. Esto fue evitado por Hayek que apostó por reunir inversionistas y fusionar ambas empresas.
En 1985 Nicolas Hayek y su grupo de inversionistas adquirió el 51% de la Societé Suisse de Microelectronique et d'Horlogerie, (SMH) y cambió su nombre a Swatch Group, con lo que la firma despegó definitivamente.
Surge el coleccionismo moderno y antiguo
Su decidido enfoque hacia el diseño, amplísimo portafolio de modelos y estilos atractivos a los jóvenes fueron los fundamentos de una fuerte imagen de marca, en sí mismo un fenómeno.
Aparte de los considerables ingresos que generó el éxito de los relojes Swatch, lo más importante fue un cambio cultural: coleccionar relojes ya no sólo era para los millonarios. Cualquiera podía comprar cinco o seis Swatch y cambiarlos a diario durante la semana. En efecto, inventaron al coleccionista moderno de relojes.
Como no todos se quedaron en Swatch, lógicamente migraron a relojes más costosos y sofisticados. El interés por los relojes antiguos resurgió y empezaron a ser vistos cada vez con mayor frecuencia en subastas.
Además de que la fuerza de Grupo Swatch, a través de su productora de mecanismos ETA, dio el impulso inicial a muchas marcas pequeñas, sin posibilidades de crear mecanismos propios pero con buenas ideas.
Es así que el reloj mecánico debe su supervivencia al colorido reloj de plástico nacido en los años 80.
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