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Un año después comenzó a ejercer como presidente provisional, tras estallar una rebelión encabezada por elementos conservadores. Poco a poco le fueron comiendo terreno, hasta verse en una situación en la que debía huir de la capital, por lo que trasladó la nueva sede de su gobierno a Veracruz donde inició una serie de reformas radicales, como la reducción del poder de la Iglesia católica mediante el embargo de propiedades eclesiásticas. Venció en 1860 a las fuerzas conservadoras, estableciendo así de nuevo su gobierno en la Ciudad de México. En 1861, y de acuerdo con la Constitución, le nombraron presidente.
Debido a la mala situación financiera, causada por cinco años de guerra civil, se vió obligado a suspender los pagos a los acreedores extranjeros. Francia, España y Gran Bretana, como medida de protesta, desembarcaron tropas en Veracruz. Juárez negoció con Gran Bretana y España, consiguiendo que sus tropas abandonaran México, aunque los franceses continuaron en el país y llegaron a la ciudad de México, Maximiliano, archiduque de Austria, impuesto por el emperador Napoleón III de Francia fue coronado emperador de México en 1864. Juárez movió su capital al norte del país y continuó con la resistencia militar.
En 1867 se venció al gobierno de Maximiliano, por lo que Juárez volvió a su país, donde fue reelegido presidente, iniciándose la restauración de la República. A pesar de todo, existían varios sectores en contra de su gobierno. Entre ellos, Porfirio Díaz, candidato político que encabezó una rebelión en 1871. Juárez pasó sus últimos meses intentando acabar con las distintas rebeliones. La noche del 18 de julio de 1872, repentinamente, en Palacio Nacional, donde entonces estaba la residencia familiar de los presidentes, el Presidente Benito Juárez exhaló su último suspiro, rodeado de sus hijos y familiares.
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