viernes, 26 de junio de 2009

Apenas ganaron 12000 euros en 3 meses, cuanto hubieran ganado por estas tierras?


Gran Hermano, gran esclavo
Participantes del ‘reality’ francés ‘La isla de las tentaciones’ denunciaron los abusos de sus contratos y la justicia les ha dado la razón. Ante las preguntas de interviú, algunos ‘grandes hermanos’ afirman que harían lo mismo y destapan las condiciones abusivas que impone el programa.
"Pasé tres meses y medio en la casa de ‘Gran Hermano’, 24 horas al día, siete días a la semana sin descanso y cobré 12.000 euros. No he calculado lo que cobraría en un trabajo ‘normal’, pero con esos horarios sería muchísimo más”. Patricia Ledesma, finalista de la tercera edición de Gran Hermano, asegura haberse sentido “explotada” por las condiciones del contrato que la productora Zeppelin obliga a firmar: .....



“La cadena gana una brutalidad; mi edición fue muy vista, y nosotros, los protagonistas, somos los que menos ganamos”. Por eso anuncia: “Participaría en una demanda colectiva, porque cuando sales, te sientes abandonada, te dan una patada en el culo y allá te apañes”.

Se refiere la gran hermana a la posibilidad de presentar una demanda colectiva como la que han ganado 170 participantes del reality La isla de las tentaciones (versión francesa de Confianza ciega) por vulneración de derechos laborales, al considerarse no sólo concursantes sino trabajadores de la cadena. Ahora, ningún reality en Francia podrá someter a 24 horas de trabajo seguidas a los participantes, y éstos tendrán días libres y cobrarán horas extras para no sufrir maltrato laboral.
Juanjo Mateo Rocamora, ganador de GH 6, también participaría en esa gran demanda. “Que lo paguen todo –exige–. Ya no por mí, por los que vienen detrás”. A pesar de que se llevó el premio de 300.000 euros, reconoce: “No me sentí bien pagado porque mi vida cambió. Mi intimidad me la pagaron a 90 euros diarios, un precio nada acorde con lo que perdí. Para ellos prima el interés económico. ¿Por qué nos hacen test psicológicos para entrar y no nos ponen un psicólogo los dos años de contrato para ayudarnos a situarnos en esa nueva vida?”. Y se explica: “Yo no he sido un juguete roto como otros porque tengo una familia estupenda, y ser empresario me ha ayudado”. Juanjo habla en su taxi, en Alicante, orgulloso de la popularidad que conserva cuatro años después: “Muchos me piden que les firme un autógrafo en el recibo o hacerse una foto conmigo. Los que creen que trabajar en el taxi tras ‘GH’ es un fracaso son minoría”.

Algunos ya han demandado
Patricia Ledesma se queja de los abusos, incluso una vez que salen de la casa. “Nos obligan a firmar un contrato de representación por dos años con Telegenia, que pertenece a la productora, y se llevaba el 30 por ciento, cuando suele ser un 20 –denuncia–. Por eso el primer año, cuando ganamos más dinero, quieren que vayamos a programas como sea a contestar a uno, a desmentir a otro… Ahora, con el tiempo, no haría muchas cosas que he hecho. He sido un producto, les da igual cómo estaba psicológicamente. Yo he ganado dinero, pero no me volví loca de milagro, sólo me salvé cuando salí del círculo. Estuve en tratamiento psicológico y psiquiátrico costeado por mí”.
Al menos tres concursantes de las primeras ediciones –los que más dinero ganaron y cachés más altos cobraban– sólo han conseguido la carta de libertad de Telegenia tras poner una demanda. “Unos demandamos porque no nos buscaban trabajo; otros, porque la comisión era abusiva incluso en trabajos que no te buscaban ellos –explica una de estas ex concursantes que denunciaron–. A nosotros no nos dejaban escapar porque les dábamos a ganar mucho dinero, pero a los que no interesan, les dan la libertad sin problema”.
Raquel Abad, finalista de la séptima edición, pidió la rescisión de su contrato al año y no tuvo problemas. La concursante gallega, que cobró 18.000 euros tras 108 días encerrada, asegura: “Lo atan todo muy bien y se cuidan las espaldas. Yo firme la cesión de derechos de imagen por 50 años y pueden usarla como quieran. A pesar de eso, y aunque se gana más fuera y hubo pruebas muy duras, no me sentí explotada”, por lo que no está de acuerdo con la demanda. Beatriz Gómez, la marquesa de GH 7, coincide con Raquel: “Nosotros firmamos voluntariamente y cedemos imagen y contenido. Yo pude cambiar una cláusula de mi contrato respecto al transporte. Creo que todo es oportunismo”. En el mismo sentido se muestra José Antonio Herrero, Pepe, el ganador de aquella edición: “Moralmente, cuando aceptas unas condiciones y si la otra parte responde, no hay motivo para quejarse. Sabemos lo que firmamos y cómo entramos. Si no te va bien, no entres”. Nuria Yáñez, Fresita, ganadora de la quinta edición, tampoco apoyaría la demanda, entre otros motivos, porque “‘GH’ no es un trabajo, es como ir de colonias”, dice. Sin embargo, Fresita se queja de haber perdido dinero tras su salida porque no quiso participar en programas con insultos y porque otros se aprovecharon de la moda del color rosa y la filosofía flower power que ella popularizó sin que le reportara ningún euro. “Yo quería anunciar un perfume o bombones, y siempre la misma respuesta: «No, porque eres de ‘Gran Hermano’». Hay racismo con nosotros”, asegura.

“Que si quieres lentejas”
“Nos pagaban unos 4.000 euros al mes. ¿Quién cobra ese sueldo? Ahí están más que incluidas las horas extras”, opina la polémica Aída Nizar. Por eso aclara: “No tendría el morro de poner una demanda. Lo de los franceses es una campaña de márquetin y se están forrando con entrevistas”. A pesar de estar encantada con su paso por el reality, Aída recuerda que tuvo que pasar por el aro: “Quise otro representante y me dijeron que si quieres lentejas: o ellos o nada. Es su negocio”. Y añade: “Mi único reproche es que accedemos voluntariamente a ser chimpancés que hacemos ganar mucho a cadena y productora. Me han pagado muy bien, pero si hubiera ido a porcentaje, sería millonaria”.
Noemí Ungría, la concursante que menos tiempo ha pasado dentro de la casa –cinco días–, se queja: “‘Gran Hermano’ no me considera una ‘gran hermana’. Si hacen fiestas, no me invitan”. Ella pidió la libertad antes de que venciera el contrato.

¿‘Gran Hermano’ es un trabajo?
Pero ¿se puede considerar un trabajo participar en Gran Hermano? Javier García de Seárez, Javito, ganador de la tercera edición, lo tiene claro: “No. Entrar es como si te toca la lotería. Y si el premio no lo usas bien, se acaba. No se puede pretender vivir siempre de la televisión”.
Saray Leal, de GH 7, opina lo contrario: “En mi edición, Mercedes Milá aseguraba que teníamos ocho horas al día de pruebas, que eran nuestro trabajo. Estábamos dados de alta en la Seguridad Social, tenemos nóminas y consta en mi vida laboral”. Saray denunciaría las condiciones abusivas: “Nos graban 24 horas al día y nos pagan como a una persona con un trabajo de ocho horas. Firmamos el contrato porque somos ignorantes y no puedes llevar abogado porque te echan para atrás. Luego te obligan a firmar un contrato de dos años por 600 euros al mes para que no hables del programa”. La única gran hermana enferma de fibromialgia lo tiene claro: “Nos explotan, pasamos hambre y nos presionan las 24 horas. ¿Cómo? Primero nos desequilibran el sueño; segundo, suben y bajan la calefacción; nos quitan la comida, sólo dan diez minutos de agua caliente al día y cada dos horas suena un timbre para que fuéramos al salón”. Saray también afirma haberse sentido “engañada, porque nunca se me vio enferma, lo ocultaron y ha habido gente que no creyó que estaba enferma y eso me ha perjudicado. Me arrepiento de haber entrado, mi vida ha cambiado a peor. No me toman en serio en ningún trabajo. Tengo 29 años y sigo formándome porque no encuentro nada como diseñadora de interiores”.
El mismo problema lo tuvo Mary, finalistas de GH 2, por lo que decidió mandar currículos sin foto. Ahora trabaja en un laboratorio en Jaén. Mary sí reclamaría sus derechos como han hecho los franceses: “Yo dejé tres trabajos para entrar. ‘GH’ era mi trabajo y ganábamos 3.000 euros al mes, los que menos nos llevábamos. Es como si alguien vende zapatos a 500 euros y se los paga a quien se los produce a 50 céntimos. Parecíamos el centro y en verdad éramos la última mierdecilla”.

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