El gobierno alemán ha publicado, como cada año, la relación de balas disparadas por sus policías. En 2011, el total de proyectiles que salieron de sus revólveres dirigiéndose a personas fueron 85: 49 de ellas disparos de aviso y 36 directamente contra los sospechosos. Fruto de la acción policial 15 personas fueron heridas de bala y seis murieron.
Las estadísticas, que han bajado con respecto a las de 2010, chocan con las de los Estados Unidos, otra de las grandes potencias mundiales. Evidentemente, la policía estadounidense no lleva la cuenta de las balas que utiliza, pero, a modo de ejemplo, el pasado 24 de abril los agentes de Nueva York dispararon 84 veces en un tiroteo en Harlem. Las balas fueron dirigidas a Steven Murray, sospechoso de haber matado a su hermana de 13 años y de haber herido a su madre. Según la versión policial, el sospechoso comenzó el tiroteo.
El 13 de abril, la policía de Los Ángeles descargó al menos 90 balas contra otro presunto delincuente, que murió abatido tras una persecución. El fallecido no iba armado.
Es casi un tópico hablar de la cultura armamentística estadounidense, donde uno de cada cinco habitantes tiene un arma y en uno de cada tres hogares hay una. Pero la diferencia entre dos de los países más importantes del planeta es clarificadora, aunque Alemania tenga 82 millones de habitantes y los Estados Unidos, 313.
En 2010, en Estados Unidos hubo 4,8 asesinatos por cada 100.000 habitantes, seis veces más que en Alemania. Si atendemos a los muertos a manos de la policía, en 2011 hubo seis en Alemania por 137 en los Estados Unidos. Es cierto que el país que preside Barack Obama cuadruplica la población del de Angela Merkel y que estas últimas cifras son en términos absolutos, pero los agentes de la ley estadounidense mataron 23 veces más que sus colegas germanos.
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