domingo, 8 de mayo de 2011

Nombres de calles de Buenos Aires 4: Alejandro Magariños Cervantes (1825 - 1893)

Novelista, abogado, docente, ministro y rector de la Universidad, Alejandro Magariños es uno de los escritores más destacados del siglo XIX, en el marco de la primer generación romántica del Uruguay.
Nació y murió en Montevideo. Comienza sus estudios de Derecho como practicante en el Estudio del Dr. Valentín Alsina (1843), y culmina su formación en España, graduándose como doctor en jurisprudencia. Regresa a Uruguay en el 55, luego de un extenso peregrinaje por España y Francia. Revalida su título de abogado y enseguida es nombrado Cónsul General en Buenos Aires. La designación como Fiscal de lo Civil por el presidente Bernardo Berro lo trae de regreso a Montevideo. Pero tras el triunfo del general Venancio Flores decide emigrar a Buenos Aires (1865). Durante el gobierno de Lorenzo Batlle ocupa el cargo de Ministro de Hacienda, ejerce la docencia como catedrático de la Facultad de Derecho y, en tiempo de Latorre, es nombrado Rector de la Universidad (1878). Durante su rectorado se restablecen los preparatorios universitarios, se consagra la libertad de estudios y se otorga las primeras franquicias al Instituto Politécnico de Salto, creado por los educadores Miguel Llerena y Gervasio Osimani (1873). Posteriormente, Magariños integrará el Senado de la República, del cual formará parte hasta su fallecimiento.
Antes de viajar a España, Magariños ya había escrito dos largos cantos de un poema titulado Montevideo, y un Ensayo sobre oratoria (1843). Durante su estadía en la Península redacta el ensayo Montevideo, episodios de nuestra historia contemporánea (1846); la novela La Estrella del Sur - Memorias de un buen hombre (Málaga-Madrid, 1849-50) y Celiar (Madrid, 1852) de interés relativo por la novedad de sus descripciones de lugares y personajes americanos. En ese periodo también actúa como corresponsal del diario chileno "El Mercurio", y de "La Constitución" de Eduardo Acevedo. Durante su estadía en París funda "La Revista Española de ambos mundos" y publica la colección de leyendas Veladas de invierno (1853). Un año más tarde edita en Madrid Estudios históricos, políticos y sociales sobre el Río de la Plata, en el que trata de las primeras décadas del Uruguay independiente. Durante su primer estadía en Buenos Aires lleva a la escena el drama llamado Amor y Patria, y redacta un volúmen de datos sobre la epidemia de fiebre amarilla ocurrida en 1857 ("Colección de datos y documentos oficiales sobre la suscrición hecha en Buenos Ayres en la época de Fiebre amarilla"). Poco después publica Horas de melancolía (1858), y la obra compartida La Biblioteca Americana uno de cuyos volúmenes fue su libro Brisas del Plata. De vuelta en Buenos Aires en el 65 escribe Caramurú, con la que Magarinos se convierte en uno de los primeros en introducir en la literatura nacional la descripción del medio campesino. Entre sus últimas producciones literarias está Palmas y Ombúes (1884), una colección de versos de escaso mérito.
La decisión de los fundadores del Club Universitario (1868) de proclamar como socios honorarios a los catedráticos de la Universidad (entre ellos Magariños) tuvo un enorme peso en el desarrollo posterior de esta institución estudiantil. Sirvió de apoyo moral para los estudiantes que, a decir verdad, con valor emprendían una aventura cultural en medio de un país convulsionado y de futuro incierto. El saldo les fue favorable ya que, años más tarde, muchos de ellos cumplirían un destacado rol en la vida política y cultural uruguaya. De hecho el Club, en su papel "científico" (según lo concebía Pablo De María) tenía el propósito de "salvar del naufragio de nuestras tradiciones los principios tutelares", propósito que se encadenaba con las preocupaciones filosóficas y políticas de los sectores cultos de la sociedad, en un momento de transformaciones económicas y científicas para el país. Magariños se identificaba con la causa estudiantil, y no extrana que como rector de la Universidad, "elevara un informe abiertamente innovador, donde proponía incorporar delegados estudiantiles al Consejo y también procuraba la jerarquización de la Sala de Doctores" (R.A.U.) Esta misma preocupación por la juventud la tenía en la época en que se funda el Club, como puede verse por una carta inédita que transcribimos. En ella, el hombre que había recorrido tantos espacios culturales, se mostraba feliz de poder integrar, solo como honorario, una institución incipiente formada por estudiantes. Su viva simpatía por la juventud, en la que veía el progreso del país (como se pensaba entonces) justificaba su apoyo a aquella iniciativa.Fuente: http://www.losolimpicos.com/site/index.php?option=com_content&view=article&id=77:nuestas-calles-magarino-cervantes&catid=105:nuestras-calles&Itemid=129

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